Fiscales

*Walter Vargas para TELAM

 

Que las deudas futbolísticas del Boca de estos tiempos sean varias y manifiestas no cancela la posibilidad de examinar por qué razón debería declinar la celebración de la conquista de la Copa Diego Armando Maradona o celebrar escondido detrás de un árbol.

Boca, desde luego, no ya como un nombre propio abstracto, que sin ser de nadie es de todos, sino como la expresión contante y sonante de los jugadores que vencieron a Banfield por penales, del entrenador Miguel Ángel Russo y de los hinchas.

Las semejanzas y las diferencias de la Copa Libertadores de América y la que estuvo en juego en el Estadio San Juan del Bicentenario son obvias de toda obviedad.

La Libertadores fue el supremo objetivo de 2020 y de ahí que los 13 años de sequía y la paupérrima despedida ante Santos en San Pablo representaran (en rigor, representen) una herida de sutura compleja.

Se trata a todas luces de una secuencia histórica de desdicha acumulada en el contexto de un club grande-grande, con pretensiones de permanente esplendor internacional y con el plus del siempre vigente juego de espejos y de ego con River.

Tambíen te puede interesar  Autoridades de la fecha 6 | Liga Profesional de Fútbol de AFA

Desde aquella notable coronación de 2007 en Porto Alegre, frente a Gremio, Boca se ha quedado en el camino en sendos mano a mano con Fluminense, Defensor Sporting, Newell’s, Corinthians, Independiente del Valle, Santos, pero nada de mayor impacto que las tres caídas con River, incluida la legendaria final en Madrid.

Pero habría que ver si la frustración por tales derrotas y el deseo de volver a ganar la máxima competencia a escala sudamericana son lo único que importa.

Al fin de cuentas, la Libertadores data de 1960, Boca la ganó por primera vez en 1977 y después del reinado del Toto Lorenzo debió esperar hasta finales del siglo XX para disfrutar de las mieles del primer ciclo de Carlos Bianchi.

Sin contar que el máximo conquistador del trofeo, Independiente, obtuvo la séptima y última de su cuño en la lejana versión de 1984.

Vale decir, aunque parezca de Perogrullo: ¡más allá de la Libertadores también hay vida!

Tambíen te puede interesar  Abbondanzieri: “Siempre me aclaró que iba a ir a Boca”

Más acá, entonces, en la fragua local, devaluada de grandes figuras, de tribunas despobladas y víctima del cachivache organizativo crónico.

Quien se sienta necesitado de persistir en el casillero negativo de Boca, puede servirse incluso de un ingrediente más: en el tiempo reglamentario propiamente dicho Boca no ha ganado ni uno solo de sus cinco partidos últimos: empató el Superclásico, con Argentinos Juniors, con Santos en la Bombonera y el domingo en San Juan, amén de haber sido vapuleado en Brasil.

Escrito todo lo cual -admitido y subrayado que no se alude a un Boca que ni de lejos consta entre los mejores de su historia- impugnar todo mérito por haberse quedado con la Copa Diego Armando Maradona navega en aguas brumosas.

Sería injusto omitir que Boca atravesó toda la competencia con formaciones si no de suplentes por lo menos pobladas de futbolistas de titularidad eventual y que para llegar a la final con Banfield desplazó al mismísimo River, un muy buen equipo dirigido por un muy buen entrenador al que, curiosamente, se le adjudican los torneos antes de ganarlos (ni el Barcelona de Pep Guardiola ostentaba ese rango).

Tambíen te puede interesar  Jueces para un nuevo capítulo | Liga Profesional de Fútbol de AFA

Gloria y loor a Banfield, que con una materia prima austera hizo tantos o mayores méritos que Boca, pero a Boca lo que es de Boca, mucho más allá de los conflictos de rico presumido y aburrido que padecen unos cuantos de sus hinchas y mucho más allá del dedo acusador de quienes se arrogan el derecho de prescribir qué es digno de celebración y qué no. 

Si querés seguir manteniéndote informado con noticias de Boca Juniors, seguinos en nuestras redes sociales (Twitter y Facebook), suscribite a nuestro Canal de Whatsapp o al Canal de Telegram.